Después del domingo 16 de Julio, las cosas no volverán a ser lo que fueron para Valparaíso ya que la vieja discusión sobre el destino de una parte del borde costero se empieza a aclarar, si el sentido común empieza a imponerse y derrota a esos acuerdos que se transan bajo la mesa en oscuras oficinas, donde el poder político se somete al económico en perjuicio del poder social, por algunas chauchas.
Ahora el poder radicado en los habitantes y actores sociales de Valparaíso deberán decidir si permiten la construcción de un Mall -que es todo lo contrario a lo que queremos mostrar como ciudad-, o se construye un terminal turístico, en uno de los paisajes más preciado y codiciado, no solo por quienes nos visitan.
El domingo pasado la empresa privada dio un duro golpe a la mediocridad de los supuestos servidores públicos, puso en evidencia la negligencia y desidia de los directores y gerentes de la estatal Empresa Portuaria de Valparaíso (EPV) que desde el 2003 cuando Valparaíso obtuvo la nominación de Ciudad Patrimonial de la Humanidad, hasta hoy, no han descubierto que la ciudad necesitaría un Muelle o un frente de atraque para recibir o atender a la nueva, potente y anhelada industria del turismo internacional de los Cruceros, tanto es así que en su plan maestro de acá al próximo siglo, no aparece mencionado (Sic). Es más, el descaro de los directivos de la estatal llegó tan lejos que se dieron mañana para endosar e imputar a uno de sus concesionarios la culpa por el desvío de Cruceros al puerto de San Antonio, en circunstancias que era su responsabilidad.
La casta parasitaria del Estado no se dio cuenta en 14 años que las instalaciones portuarias no darían abasto para atender la antigua y primogénita industria portuaria y la naciente industria veraniega y temporal del turismo patrimonial, que si bien ocupan el mar como carretera sus urgencias son diferentes. Tampoco sospecharon que la industria turística de los cruceros generaría negocios anexos que daría miles de empleos en diversos emprendimientos de servicios al turismo en toda la región y en particular en nuestra ciudad de Valparaíso.
Los roces y disputas, con la arrogancia del poder político, han llevado a la empresa privada a dejar la discusión inconducente y han hecho la propuesta que la ciudad necesitaba, un muelle que reciba a las naves turísticas y así no afectar los compromisos comerciales de la industria naviera. Dicha propuesta según la prensa tiene un costo de 12 millones de dólares.
La suerte está echada, y es el momento que los ciudadanos elijan entre el Mall o el Muelle para los cruceros en la zona del Barón, y hacemos de la bodega Simón Bolívar un terminal que no solo sea internacional, sino que también interprovincial y local en particular para ofrecer a los visitantes y turistas los troles o tranvías y desde la cuna industrial del siglo pasado los elevemos hasta las cumbre de cenizas, para que disfruten la belleza de los paisajes dibujados por las manos de los obreros de este puerto.
La petición de una Subsecretaría del Mar, no es la discusión en esta vuelta, por los tiempos políticos y la urgencia de recuperar los cruceros para Valparaíso, la verdadera exigencia de las autoridades locales debe ser, que la presidenta de La República revoque el DL Nº 144, que permite privatizar el borde costero.
Jorge Bustos
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